Píldora. Lluvia y píldora. Que no es lo mismo que lluvia sin píldora. En la vida de los cuerpos rellenos, como el mío, de bolitas de telgopor, pesadas bolitas de telgopor.
De vez en cuando a mí se me escapa alguna, rebota en la legua y pega en el paladar, termina en el piso, lodosa y profana. El agua, la lluvia, hace sus efectos y las bolitas se me hinchan adentro, y entonces la pildora caliente. Ah, píldora, lluvia y píldora. Las manos en los bolsillos ya no se retuercen en su esquizofrenia de lunes y de hombre/persona. El sueño como un viento frío me cortaría el rostro, hace un rato. Y si me toco ya no tengo la gota gorda y roja patinando entre tantas otras del color de la lluvia. Puedo ver sin resbalar, o sin que las cosas resbalen vertiginosamente. ¡Para! Viejo, para de resbalar… Así… mejor.
Niña, píldora caliente, entre tus dedos se va mi humo. Serpenteando, entregado.
Joan
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Entre tus dedos se va mi humo cansado pobre
ResponderEliminarmalas tardes le acontece
de madruganas ni llamadas ni recuerdos
ya en el rincón se retuerce el milagro
de que hoy
humo
me llames...
Rio, un compay sobre el asteroide.