miércoles, 15 de diciembre de 2010

Crónica de los fantasmas

Ayer vi un fantasma, o a un fantasma, que es casi lo mismo. La luz del velador ("velador", más bien una de esas lámparas casi modernas y casi prácticas) andaba para el orto, cosa que, claramente, me irritaba con notoriedad ya que estaba intentando la feliz lectura de un nuevo libro, hasta que empezaron los machaques de luz, que sí, que no, que un poco más fuerte, que leete ésta si podés, gil. No hubiese sido de gente normal pensar que había sido invadido en mi habitación por una indeterminada cantidad de ectoplasma (gracias películas de fantasmas, gracias Wordreference), ni menos pensar que esa misma emanación de ultratumba iba a tener la forma de una bonita mujer. No hubiese sido normal. Soy un tipo simple, aunque no me lo crean, aunque lo crean pero no lo entiendan. En fin, no pienso esas cosas.
Sigo: Luz rara; fantasma de una mujer bonita. Si esto hubiese sido un videoclip, la lógica diría que realizamos dos mil secuencias sexuales, todo en tres o cuatro minutos, y encima la hubiese dejado planchada y me hubiese fumado un pucho. Cuestión que eso no pasó, no sé a quién se lo ocurré eso (escritores borrachos). De hecho me fui a dormir porque me cansé de que la luz no me ande y me tenía que levantar tempranto, así de corta. El fantasma ahí al costado de mi cama ("cama") y yo que digo mañana es mejor y me voy a dormir. Pobre la fantasma. Igual, no voy a mentir, tampoco dije "ah, mirá vos que bueno" y cerré las persianas del almacén, digamos que me fui a dormir, pero pensé en la fantasmita hasta quedar subconciente.
¿Mis sueños? no me los acuerdo, espero y ojalá no me los acuerde nunca.

Anotación

Derrotar a Gulash, el vikingo comestible.