lunes, 29 de noviembre de 2010

Crónica de una reticencia

Luz. Es eso: luz. Una luz rubia, una risa que se teje hacia arriba, que se filtra apenas en todos lados, una risa de humo. Luz, el escondite barroso y quemado que me obliga a pensar con las manos en los bolsillos o en la cara, en lo que hay de barba hoy. Larga, larga, tanto como para desesperarse, jodidamente, y no es más, sólo una luz que me hace perder las piernas, cerrar los ojos al calor. Qué cosa, qué increíble que sea suficiente su recuerdo y ya me cueste pensar, escuchar, hacer lo que hago aunque no haga nada, plaf, luz paralizante, aerosol de tempestades tuyas, llenas de bancos de plaza, llenas del fantasma pardo de tu mano raspando lo que hay de mi barba hoy, llenas de canciones que todavía no terminé de escribir.
Luz: eterna y efímera luz. Claramente eterna y efímera.
Sino, no se explica
que en un día
como hoy
no vea.

Joan

No hay comentarios:

Publicar un comentario