jueves, 19 de agosto de 2010

Crónica de una tarde no tan lejos de la plaza

Una chica linda me mira, me sonríe. Con toda la boca, con un flequillo de muchachita tímida, con los dedos colgados del vaso, con el sol que entra de costado por la ventana. Se me ocurren cosas, algunas estúpidas, como, por ejemplo, que es la chica más argentina que vi, aunque mi argumentación se base en esa sentencia y no mucho más; que tiene miedo a soltar el vaso porque los dedos se le caerían y se ahogarían en la mesa; que no fuma, aunque sé que fuma. Porque la vi fumar con una mano en el bolsillo, justo antes de mirarme otra vez, de pispear la punta de mi nariz o mi cuello. Una chica linda, que es realmente linda, que está loca, pero loca normal según me dijo. Porque de vez en cuando mueve la lengua, para decirme que casi no tiene amigos del secundario, que las cuatro horas que tarda en cruzarse la ciudad la hacen feliz porque, a cambio del insufrible itinerario, sueña un rato que toca la guitarra; Y se sonríe por enésima vez, y es como volver a leer Rayuela o contar los días que faltan para el verano. Y yo me entierro aún más en su flequillo de muchachita tímida, y espero que me mire una última vez.

No necesito más. Hoy, por lo menos, no necesito más.

Joan

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